¿El refrigerador como terapia para la Hiperacusia y el Tinnitus?
A mediados del 2010 logré
mudarme a un lugar más tranquilo dentro de Lima, y a partir de allí experimenté
una recuperación significativa en mi hiperacusia y tinnitus. Alquilé un
ambiente dentro de la casa de una señora, quien me permitió utilizar su cocina
y colocar mi refrigerador en otro ambiente separado, para no sentir molestias
por el sonido que emitía. Sin embargo a finales del 2012 ante la imposibilidad
de seguir contando con ese espacio para el refrigerador, tuve que buscar otro
lugar donde mudarme.
La única alternativa en ese
momento fue una especie de mini departamento, también dentro de una casa, donde
el refrigerador tenía que estar obligadamente dentro de la cocina. Tuve que resignarme
y aceptar las condiciones, sabiendo que tendría que utilizar tapones y orejeras
cada vez que se encendiera el aparato mientras yo estuviera en la cocina, o de
lo contrario tendría que retirarme a otro ambiente.
Una vez mudado a este nuevo
lugar a mediados de enero del 2013, quise probar a exponerme al ruido del refrigerador, pero a los pocos
minutos comenzaba a sentirme perturbado, además de notar que el tinnitus
aumentaba su intensidad. Así estuve varios meses hasta que comencé a probar el
no colocarme las orejeras cuando se encendía el refrigerador, sino unos minutos
después, y si empezaba a sentir alguna molestia entonces me las colocaba. Seguí
con el proceso durante varias semanas, aumentando paulatinamente el tiempo de
exposición, hasta que llegó el momento en que pude mantenerme sin orejeras todo
el tiempo que permanecía encendido el aparato (10 minutos). A partir de allí
sentí un gran alivio y tranquilidad, porque ya no necesitaba estar pendiente de
su sonido ni del tiempo que transcurría (de estar prendido o apagado), tal como
lo había venido haciendo anteriormente.
Pero lo más sorprendente y
beneficioso fue que el hecho de comenzar a estar expuesto a dicho sonido de
manera continua, mis oídos comenzaron a fortalecerse, logrando así mejorar mi
tolerancia hacía otros sonidos, como el del microondas, que también estaba
dentro de la cocina. Con el microondas me sucedía lo mismo que con el
refrigerador, es decir, que si me exponía algunos minutos a su sonido, me
comenzaba a sentir muy perturbado, aumentaba el tinnitus, pero además comenzaba
a experimentar cierto dolor, pues su sonido es más fuerte que el refrigerador.
Comencé entonces a realizar
el mismo proceso de exposición paulatina, sin colocarme las orejeras durante
los primeros minutos de encendido, y así poco a poco hasta mantenerme sin ellas
durante todo el tiempo de encendido. Al final, ya no necesité tampoco utilizar
orejeras mientras usaba este aparato. Lo único que usaba tanto para el
microondas como para el refrigerador, eran tapones de espuma, pero unos cortados
por la mitad y ya bastante vencidos, lo cual implicaba tener solo una
protección mínima.
Ahora viendo en
perspectiva, considero que lo que me ha ayudado a mejorar mi tolerancia a muchos
sonidos que antes me incomodaban (entre ellos, el de la lavadora por ejemplo),
ha sido esta exposición continua al sonido del refrigerador, tal y como ya me
había sucedido antes con un frigobar (ver aquí la descripción de esta experiencia). Ha resultado ser nuevamente entonces, como
una terapia, pues el sonido del refrigerador, como en la mayoría de los casos
creo, es de frecuencias graves, de una intensidad moderada a baja, y emitido por
intervalos de tiempo cortos.
Desde mi perspectiva, el
utilizar el sonido del refrigerador puede ser una buena opción para realizar enriquecimiento
sonoro, sin que su uso implique ningún riesgo para los oídos. En todo caso la
recomendación sería no tenerlo en un ambiente muy cerrado ni tampoco muy vacío,
para así evitar que el sonido tenga mucho rebote y se produzca un incremento de
su intensidad debido a la resonancia.
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