De vuelta a la actividad musical teniendo Hiperacusia y Tinnitus
Fue en el 2006 que mi estado auditivo se volvió severo (con hiperacusia y tinnitus), y tuve que detener todas mis actividades laborales y sociales, entre ellas mi actividad musical. Dictaba cursos de música en una universidad y en algunos centros culturales de Lima, y realizaba también recitales y conciertos con cierta regularidad.
Todo eso se detuvo de golpe y duró prácticamente 12 años, hasta que a fines del 2017, en vista de que había venido experimentando una mejoría en los últimos años (leer más al respecto aquí), decidí asumir un riesgo mayor y acepté tener a cargo un curso de guitarra para el programa vacacional de la Municipalidad de mi localidad (distrito), a dictarse durante los meses de enero y febrero de este año (2018). El curso iba a ser ofrecido en dos centros culturales del municipio, uno muy cerca a mi casa y el otro algo alejado y de difícil acceso.
La incertidumbre era grande, porque no sabía qué tipo de alumnos tendría (el curso era ofrecido para público desde los 12 años en adelante), sabiendo bien que si eran niños iba a haber un mayor ruido. Pero en cualquier caso, el hecho de tener a varias personas tocando guitarra a la vez y a volúmenes relativamente fuertes era ya un riesgo para mis oídos.
Otro elemento preocupante era el traslado al local que estaba más alejado. Para llegar allí debía tomar hasta 4 vehículos distintos del transporte público: ómnibus, minibus y autos colectivos; todo lo cual implicaba también exponerme a bastante ruido por más de una hora, tanto de ida como de vuelta.
Para terminar de complicar las cosas, llevaba casi dos meses con un aumento de la sensibilidad y un constante dolor a los oídos, debido a repetidas visitas realizadas a un ruidoso hospital del estado, donde había ido para realizarme varias evaluaciones médicas.
Estuve como dos meses en medio de esta tremenda disyuntiva entre continuar o desistir de realizar este trabajo.
Si bien era cierto que el llevarlo a cabo iba a representar un importante y muy necesario ingreso monetario, lo que más pesaba en mi interés de dictar dicho curso, era la experiencia en sí misma, el hecho de poder comprobar hasta qué punto mis oídos estaban preparados para soportar una carga de ruido de esa índole. De salir airoso de esta prueba, se me abrirían nuevas posibilidades de acción y mi abanico de actividades musicales se podría ver ampliado mucho más.
Faltando pocos días para el inicio de los tres horarios que me asignaron, pensé en dejarlo todo, ante el temor de que mi condición auditiva empeorara rápidamente y me devolviera a aquella terrible época pasada, cuando mi hiperacusia estuvo severa.
Sin embargo, sentía también que si perdía esta oportunidad que se me brindaba, si no daba este paso en ese momento, una ocasión similar, en el mejor de los casos, no se presentaría hasta el próximo año, o quizá en mucho más tiempo, postergando una buena ocasión para poner a prueba mis oídos.
Finalmente decidí seguir con lo programado, y esperé a que llegara el día del inicio de clases, depositando en la protección auditiva (tapones de espuma suave 3M y orejeras Howard Leight's T3), en mis prácticas energéticas, y en mis creencias espirituales, toda mi confianza para hacer frente esta situación incierta.
Antes de iniciar las clases y también durante todo el desarrollo de dicho curso de verano, fui tomando algunas medidas estratégicas y las fui ajustando también según lo iba requiriendo la situación. Lo primero que hice antes que nada, fue comprarme bastantes tapones de espuma para los oídos, para podérmelos cambiar cada semana, y tener así una protección lo más óptima posible a cada momento. También decidí movilizarme en taxi, por lo menos las primeras semanas, para no exigirle mucho a mis oídos. Eso iba a significar que mis ingresos se redujeran un poco, pero era preferible a tener que llegar a las clases afectado por el ruido del tráfico vehicular, que en Lima es super elevado.
Las clases comenzaron y la totalidad de los alumnos fueron niños y adolescentes. En los tres horarios tuve que explicar por anticipado cuál era mi condición auditiva, por qué utilizaba tapones y por qué en algunos momentos me llegarían a ver con las orejeras puestas.
Fue así como empecé, y me di cuenta que, tal como lo había imaginado, el ruido que producía el tener a varias personas tocando la guitarra era efectivamente fuerte. Durante las primeras semanas, y a pesar de estar con tapones y orejeras la mayor parte del tiempo que duraba cada clase, igual terminaba con dolor a los oídos, y con mayor sensibilidad auditiva (la intensidad del tinnitus también aumentaba).
Pero no tenía opción, el curso ya estaba iniciado. Tenía que continuar con el dictado de clases tal lo programado, de lunes a jueves, y durante una hora o dos cada día. Seguí en ese ritmo tratando de que los alumnos tocaran lo menos fuerte posible, lo cual funcionaba solo por unos breves momentos, pues varios de ellos rápidamente volvían a su entusiasmo y a tocar con fuerza las cuerdas.
Lo sorprendente fue que al cabo de la tercera semana aproximadamente, ya el malestar y el dolor tras cada clase no aparecieron. El tinnitus también se había normalizado. A partir de allí el desarrollo del curso se me hizo más llevadero y manejable, hasta que llegó el término del curso, y algo inesperado me fue comunicado...
El fin de curso implicaba participar en una Clausura, lo que significaba a su vez preparar uno o dos números musicales con los alumnos, para ser presentados en público, en un auditorio. Yo no había subido a un escenario desde hacía 12 años aprox., como lo mencioné más arriba, y hacerlo ahora era ponerme en un riesgo bastante alto, por el nivel de volumen que se maneja en estas situaciones y por los constantes ruidos de acoples de micrófonos y/o cables sueltos. Pero nuevamente, no podía negarme ni dar marcha atrás. Tenía que hacerlo.
Ensayé con los chicos en el poco tiempo que había, y el día de la Clausura subí al escenario con mis tapones y con las orejeras puestas. No sé qué habrá pensado la gente, ni qué habrán pensado los organizadores del evento de verme así, pero igual lo hice con toda naturalidad. Si bien se produjeron algunos sonidos fuertes (como los acoples por la proximidad de los micrófonos a los parlantes y/o monitores de audio), la protección que llevaba puesta los atenuó de manera óptima, y no me llegaron a afectar. También traté de mantenerme lo suficientemente alejado de los monitores y parlantes.
Y así, terminé estos intensos dos meses de clases y presentaciones en público, sin que mi condición desmejorara significativamente, como había estado temiendo desde un inicio. El efecto fue más bien leve, y pasajero. Fue una experiencia enriquecedora desde todo punto de vista, y me dio una nueva perspectiva de lo que estoy en capacidad de hacer y de asumir en estos momentos.
.
Comentarios
Saludos.
Saludos
Gracias. Saludos.
te tape la oreja,así me funciona mejor a mí.