Una experiencia de internamiento hospitalario, viviendo con Hiperacusia y Tinnitus






Desde inicios de este año (2018) tuve varios meses de constante actividad fuera de casa, sin embargo el 11 de Agosto, durante un partido de fútbol (en cancha pequeña de pasto sintético), sufrí una fuerte torcedura de tobillo que terminó ocasionándome la rotura del peroné y la de un ligamento. Así me lo confirmaron en el hospital al que acudí, donde además me indicaron la necesidad de operación.



Me enyesaron y se procedió a tramitar mi internamiento. Este hecho daba así inicio a una situación inesperada y muy temida siempre, en la que iba a tener que enfrentar sonidos diversos dentro de un contexto en el que las posibilidades de manejo y control del ruido podrían resultar no tan sencillas.


En los siguientes párrafos les describo con cierto detalle cómo fue mi discurrir durante los días que permanecí en el hospital.


Ingresé a Emergencia del Hospital (primer piso), un día sábado cerca de las 2pm. Aquí les enumero los hechos más saltantes:


- desde que llegué al hospital llevaba puestos tapones de espuma y tenía conmigo mis orejeras por si fueran necesarias también.

- la sala en la que me ubicaron tenía 11 camas. Me tocó la cama N°10.

- había un motor o una especie de generador grande al lado de esta sala, que sonaba fuerte y estaba prendido prácticamente las 24 horas del día, solo se apagaba momentáneamente por lapsos cortos de 10 min.

- pasé solo una noche allí, y no pude dormir debido a ese ruido, a pesar de estar con tapones y orejeras. Mi cama estaba cerca a la ventana de la sala y ese ruido me comenzó a aturdir mucho.

- al día siguiente, las enfermeras conscientes de que no había podido dormir nada y sabiendo que sufría de hiperacusia porque figuraba en mi historia, accedieron a mi pedido de cambiarme a otra cama dentro de la misma sala. Sin embargo el ruido era tan presente que casi no había mucha diferencia entre una ubicación y otra dentro de la sala.

- felizmente a eso de las 7:30pm del día siguiente (domingo), ya me subieron al segundo piso para internarme en una sala de cirugía.



Este cambio sin embargo, no aseguraba que donde fueran a llevarme iba a estar mejor necesariamente. Comenzaba otra situación incierta, en la cual no iba a tener tampoco mucha capacidad de elegir, considerando sobre todo que las camas disponibles para internamiento son siempre sumamente escasas, y es una suerte poder acceder a una. Tenía entonces que aceptar la ubicación que me dieran y dónde me la dieran.




Una vez en el segundo piso la situación resultó muy distinta a la del primer piso:


- ya no se sentía ese ruido constante y fuerte del motor de la sala de Emergencia.

- la nueva sala albergaba 13 camas. Me ubicaron nuevamente en la cama N°10 (casualidad?). 

- en la cama de mi costado izquierdo tenía a un paciente de 19 años, con fractura en la pierna izquierda. Era un muchacho autista que solo se comunicaba con palabras sueltas y sonidos. No tenía la capacidad de elaborar frases ni oraciones. Su estado era muy delicado, pues había sido atropellado por un auto. Se encontraba estable y a la espera de ser operado igual que yo. Sin embargo, cada vez que los doctores, las enfermeras, los técnicos, o incluso sus padres le iban a realizar alguna acción (cambio de ropa o de pañal, colocación de alguna inyección, o algún otro procedimiento), comenzaba a gritar desaforádamente y a dar alaridos muy fuertes. Eran tan fuertes sus gritos que ni colocándome las orejeras y teniendo los tapones de espuma puestos, podía evitar que mis oídos vibraran de saturación. Estos episodios fueron esporádicos, pero igual al cabo de unas cuantas veces comenzaron a generarme un pequeño dolor a los oídos.

- otro hecho que me perturbaba por momentos era el alto volumen de la música o del video proveniente del celular de alguno de los otros pacientes que estaba en la sala. Cuando provenía de alguno que estaba cerca a mi cama, le explicaba mi problema auditivo y entonces accedía a bajarle. Pero con los que estaban más lejos no podía hacer nada, solo ponerme las orejeras.

- en la sala había también un televisor grande y antiguo colocado en un rack en la pared del fondo, para que todos pudieran ver. En los primeros días que estuve no lo encendieron mucho felizmente. Y cuando lo hacían, su volumen no llegaba a molestarme porque yo estaba algo lejos del televisor.

- a raíz de que uno de los pacientes iba a salir de alta y cuya cama estaba más lejos de la muchacho autista, y en vista que los gritos del muchacho autista continuaban, le pedí a la enfermera de turno si me podía cambiar de cama, a lo cual accedió. Si bien esta nueva cama estaba a lado del televisor, esto no me preocupó mucho porque se le encendía muy esporádicamente y por poco tiempo, y además porque, con el motivo de mis problemas auditivos, había logrado que el volumen fuera mantenido bastante bajo.

-después de unos días ingresó un paciente nuevo y comenzó a ver de manera regular un programa por las noches. Esto me cambió el panorama, pues iba a verme expuesto al sonido del televisor de manera más constante. Pero como nos hicimos amigos y le expliqué con cierto detalle cuál era mi dificultad, trató entonces de mantener el televisor en un volumen adecuado como para que no me molestara pero a la vez lo suficientemente alto como para que él pudiera escuchar. Para ese momento, prácticamente todos mis vecinos y casi la totalidad del personal médico, de enfermería y técnico, ya estaban al corriente de mi condición auditiva, y mostraban comprensión y tolerancia con mi pedido constante de mantener el volumen bajo. Solo una vez llegué a sentir dolor en los oídos, y fue la vez que aquel amigo me pidió permiso para subirle un poco el volumen porque iban a pasar un partido de fútbol que él estaba esperando ver. No me quedó otra que acceder, teniendo en cuenta lo considerado que había sido conmigo hasta ese momento. Por suerte, el dolor solo me duró hasta el día siguiente y luego pasó.

- aparte de estos sonidos, constantemente se producían ruidos por la manipulación de las camas, mesas y veladores. Estos dos últimos que eran de metal, por lo general tenían sus garruchas ya oxidadas o con tierra, y por lo tanto no corrían, no giraban, produciendo entonces un chirrido fuerte al ser cambiados de posición. Los “papagayos” (recipientes para que los pacientes puedan miccionar entando en sus camas), que también eran de metal, solían generar un ruido algo fuerte al chocarse con su base en el momento del recambio que hacían las enfermeras.

- a veces también llegaba a escucharse en la sala, con volumen algo fuerte para mí, el sonido proveniente de un televisor o bien de un equipo de sonido, ambos ubicados en la oficina de las enfermeras, que estaba al interior de la sala de pacientes, pero al otro extremo.

- también por momentos llegaba a escuchar con cierta fuerza el sonido de un video (película, serie, etc.), o bien algún audio (música por lo general), proveniente del celular de algún otro paciente, ante lo cual tenía que colocarme las orejeras.

- cada llegada de un nuevo paciente a la sala, sobre todo si era ubicado cerca a mi cama, significaba un nuevo desafío para mí, pues tenía que estar atento a qué costumbres y preferencias podría tener en lo relacionado a la música y los videos; así como de su estado de salud físico, mental y emocional, pues en algunos casos hubieron pacientes que durante el día, y sobre todo en la noche, deliraban, gritaban, o llamaban, ya sea por dolor o bien por alucinación (como fue el caso de 2 personas muy ancianas), haciéndolo por lo general con voz bien fuerte.



En medio de esos días de incertidumbre constante respecto a los ruidos que podrían surgir, llegó el momento de pasar por uno de los eventos que mucho estaba temiendo: me tenían que cambiar la bota de yeso, y para ello iban a tener que usar una sierra eléctrica pequeña. No tenía ni idea cuál podía ser su nivel de ruido ni cuál sería el riesgo de que me cortara la piel. Estuve preparado con mis tapones más nuevos y tuve a la mano también mis orejeras, como siempre. Cuando ya fui llevado a la habitación para iniciar el procedimiento, me explicaron que ese tipo de sierra no cortaba la piel (esto debido a que en este tipo de sierra el giro de su hoja dentada no es de 360 grados, sino que más bien, el movimiento es oscilatorio, de izquierda a derecha), y también me anticiparon que el ruido no era tan fuerte, aunque igual me sugirieron que mejor me colocara las orejeras por precaución, lo cual ya había previsto. Así lo hice y comenzó el corte del yeso. El ruido no fue tan fuerte ni penetrante como esperaba. Estando con los tapones y las orejeras no se sentía tan intenso, y pude tolerarlo bien durante todo el proceso, no llegando a sentir ninguna molestia después tampoco.



Fueron 24 días de internamiento, tras los cuales no experimenté ningún retroceso notorio en mi estado auditivo...felizmente.


.


Comentarios

Unknown ha dicho que…
Agradezco conocer esa historia de como molestan los ruidos....
Mi sordera es tan profunda que no los conozco y doy gracias a Dios no tener que pasar por este martirio.
No todas las personas sordas somos iguales...
Cuarto Mundo ha dicho que…
Bueno sí, estando con sordera uno puede estar libre de estos problemas y apuros auditivos. Tener hiperacusia no es nada fácil.

Saludos,

Julio

Entradas populares