Reintegrándome a la universidad, con Hiperacusia y con Tinnitus



Tras haberme embarcado en el dictado de un curso de guitarra vacacional que se desarrolló durante Enero y Febrero de este año (2018) (ver más aquí), en abril de este mismo año me embarqué en otra situación similar pero esta vez en la universidad donde había estado trabajando hasta el 2006 (año en que mi hiperacusia y tinnitus se volvieron severos y tuve que dejar todo) dictando diversos cursos de música. En abril me reintegré oficialmente a las labores académicas teniendo a cargo un único curso (antes dictaba entre 4 a 5), referido al uso terapéutico de la música oriental (la de Asia). Este regreso, al igual que el anterior de Enero, se daba también después de 12 años de alejamiento, e implicaba un nuevo desafío a enfrentar pues tenía también un alto riesgo asociado. Los días previos al inicio de las clases e incluso durante las primeras semanas de ya iniciadas, sentía mucha preocupación de que vaya a suceder algo inesperado con algún ruido fuerte que me obligara a suspender el dictado de las clases, como en el 2006. Pero felizmente fueron pasando las semanas y me fui sintiendo más seguro, gracias a algunas medidas correctivas que fui tomando. Aquí les cuento a grandes rasgos cómo me fue.

Uno de los principales riesgos estaba en la enorme distancia que había entre mi casa y la universidad. Tenía que atravesar prácticamente toda la ciudad de Lima, en medio del ruidoso tránsito de la ciudad. El viaje en ómnibus tomaba 1:30 hr de ida, y de regreso 2hrs o más, porque coincidía con la hora punta de la tarde. Para realizar el viaje iba a utilizar como siempre, los tapones de espuma 3M y las orejeras Howard Leight que ya tenía. En el caso de los tapones traté de que fueran siempre aquellos que estaban en buen estado de consistencia. Los más sueltos o flojos los dejaba para situaciones menos ruidosas, tal como lo he explicado en otro post.

Al comienzo, durante las primeras clases, y al igual como hice en el curso vacacional, opté por ir tanto de ida como de vuelta en taxi. Hacerlo así me iba a salir más caro, pero el tiempo de viaje se iba a reducir considerablemente, y estaría también más protegido contra el ruido exterior. Luego de algunas semanas, fui probando irme en bus desde mi casa, pero continuando con el regreso en taxi, pues era una hora más complicada (hora punta), y además también porque mis oídos terminaban un poco agotados al final de la clase. Este cambio en la forma de viaje felizmente se dio sin mayor complicación y mis oídos toleraron bien el ruido del trayecto, tanto así que en el último mes de clases ya pude ir y venir en bus sin ningún problema. Mis oídos como que se habían adaptado al nivel de ruido de la ciudad, y ya no lo sentía tan fuerte como al comienzo.

Un segundo riesgo de llevar a cabo el dictado de este curso, era el hecho de que se iba a tener que utilizar forzosamente material audiovisual musical, para poder explicar y ejemplificar diversos aspectos relacionados con el tema del curso. El temor residía en que no pudiera llegar a conciliar el nivel de volumen que mis oídos pudieran resistir, con aquel que los alumnos necesitarían para poder escuchar y distinguir con claridad lo que se estaba mostrando. Previendo esto, y además por el hecho de que a los alumnos les pudiera sorprender que yo estuviera con tapones y que en algún momento incluso me vieran colocarme las orejeras, les conté, desde el primer momento, sobre mi accidente acústico y mi condición auditiva de los últimos años. Si bien esto me dio más tranquilidad y confianza, no evitó que en las primeras clases tuviera ese problema con los niveles de volumen a utilizar. Con el afán de que los alumnos pudieran oír bien lo que se estaba mostrando, en varias ocasiones alcé el volumen del amplificador más de lo debido para mí (y sin colocarme antes las orejeras), entonces comenzaron a dolerme los oídos de manera constante, manteniéndose así durante el resto de la clase y durante toda la noche. Felizmente como las clases eran solo una vez por semana, me dio tiempo a recuperarme para la siguiente. A raíz de estas experiencias primeras, tomé las precauciones debidas y comencé a utilizar las orejeras continuamente durante las clases, cada vez que lo requería. Al comienzo los alumnos reaccionaron con un poco de extrañeza, pero después ya no le prestaron atención. Pasadas esas molestias iniciales, ya no tuve mayores problemas o inconvenientes con los oídos en el resto del curso.

Un tercer factor de riesgo era la necesidad que iba a tener que hablar en la clase, a un volumen de voz más alto de lo normal, lo cual podría generarme molestias y sensibilizar mis oídos, situación que se había dado precisamente el 2006 y que me obligó a detener por completo dicha actividad. Felizmente eso no sucedió, gracias en parte al uso del material audiovisual, que me permitió descansar y mantenerme sin hablar durante varios minutos durante las clases. También traté, en lo posible, de acercarme lo más que podía a los alumnos o bien al alumno(a) que hubiera hecho alguna pregunta.


El curso terminó satisfactoriamente para mí, y creo que para los alumnos también, y me demostró que, tomando las previsiones debidas, lo puedo realizar sin mayor dificultad.



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