Las recaídas en la Hiperacusia (y el Tinnitus)
Las
recaídas en la hiperacusia (y Tinnitus), en la mayoría de los casos, son
causadas por una nueva exposición a ruidos fuertes. Sin embargo, también pueden
ser causadas por la aparición o acentuación de eventos no relacionados con una
exposición de ese tipo. Es el caso por ejemplo, de una disfunción en la Articulación
Temporo-mandibular (ATM), del bruxismo, y hasta incluso de un reflujo de ácido gástrico.
Con
la recaída suele sobrevenir un aumento notorio en la sensibilidad a los sonidos
normales, un intenso dolor de oídos y/o de cabeza, y también un incremento de
la intensidad del tinnitus (si es el caso). Y una vez iniciada, puede durar
días, semanas, meses o incluso años, dependiendo de la magnitud de aquello que
lo ocasionó. Además hay varios factores adicionales que podrían contribuir a su
acentuación o prolongación en el tiempo, como por ejemplo infecciones en la
vías respiratorias (rinitis, laringitis, faringitis) que traigan consigo tos
fuerte y constante (lo cual afecta directamente a los oídos), o bien inflamación
en distintas zonas de la cabeza -incluyendo los oídos.
Vale decir que según un estudio realizado el 2019 por Bryan Pollard (fundador de la organización Hyperacusis Research), los pacientes con hiperacusia dolorosa reportan tener recaídas más frecuentes y severas que aquellos con hiperacusia del sonido fuerte.
Además de aquellos efectos físicos que producen, las
recaídas llegan también a generar efectos emocionales muy nocivos y
desgastantes, sobre todo si son muy acentuadas. En primer lugar, pueden provocar
mucha frustración y desaliento, no solo porque las recaídas nos obligan a
detener y postergar varias de nuestras actividades, sino también porque pueden,
tras una exposición sonora de pocos segundos (y a veces de una intensidad en
apariencia inofensiva), anular todo el progreso logrado luego de meses de haber
estado extremando los cuidados frente a los ruidos.
Junto a esos sentimientos de frustración y desánimo pueden
aflorar también el temor a estar retrocediendo al punto inicial (o uno muy
cercano) en el que nos encontrábamos antes de lograr la mejoría, o peor aún, de
estar retrocediendo a un estado más severo, sin saber cuánto tiempo nos tomará
recuperarnos otra vez, y si en caso, incluso, eso será factible. Y este temor
no es infundado porque efectivamente son situaciones que han llegado a suceder
en algunos pacientes.
Para terminar de empeorar el escenario, dos sentimientos adicionales
nos pueden llegar a embargar en esos momentos de recaída. Uno es la cólera, por
haber nosotros mismos producido un ruido excesivo; y otro es la culpa, por
habernos expuesto innecesariamente a algún ruido fuerte debido a un exceso de
confianza.
Es importante tener en cuenta que la hiperacusia al no
tener cura, es una condición que si bien puede mostrar signos de gran mejoría
con el tiempo, estos pueden ser engañosos, pues la hiperacusia siempre estará
ahí en estado latente, lista para aflorar ante algún detonante (sobre todo sonido
o ruido, y no necesariamente muy intenso en apariencia). Es mejor asumir que
nuestros oídos, una vez que sufren algún daño, quedan predispuestos a recaer,
con mucha facilidad. Lo recomendable es entonces tomar siempre las precauciones
del caso, y prevenir cualquier evento sonoro que pudiera afectarnos. Cuando se
padece de hiperacusia, así sea leve o moderada, no es bueno confiarse sino estar
en todo momento a la defensiva ante ruidos y sonidos de todo tipo, especialmente
aquellos de intensidad moderada a alta, y aquellos que pudieran surgir
inesperadamente.
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